vigésimo segundo desahogo del ciego que ve
Detesto gratis el rencor del que envidiándote e inseguro te contempla. Del que huye hacia delante creyendo portar razones que no se detuvo a analizar. Aquél ante el que todos se postran, de cuerpo presente, e ignoran y rien cuando no está. El que te mira, de reojo y cree alcanzarte con su poder. Un alma hueca que nos jode y mucho, demasiado.
El que se vende vendiendo lo ajeno. El que toma habiendo tomado. El que ríe si lloras.
Presos entre las hojas de un libro mal escrito y de peor guión; nuestros cuerpos impresos, en cursiva o no, sin respirar, sin aire. Esclavos con convenio patronal.
Y su mirada que nubla e intimida, que me distrae de tanta hipocresía, es lo que de verdad mata.
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