cuadragésimo primer desahogo por el negocio del quién.
Es posible que el frío intenso tenga algo que decir. Es un sujeto curioso, no suele avisar. Agua helada le acompaña. Llueve. ¿Quién llueve? Curiosos verbos que no admiten sujeto: llover, nevar, granizar… ¡Hiela! ¿Quién?
Ahora muchos a inventar respuestas, boletos de lotería de un sorteo del que todo desconocen. Y así nos va: cohibidos. Profundamente dormidos.
Cada cual de lo suyo gasta. Que lo gaste, con respeto.
Es posible que el frío intenso tenga algo que decir. Pero no quiero abrazarme al calor. De momento. Para sentir, el frío intenso. Cuando el mismo hombre que juega a ser un dios y roba unos grados de calor a la naturaleza, o de frío intenso, me arruina por el calor que recibo (y no me quejo); cuando el mismo, mismísimo hombre me cohíbe bajo sacramentos, sean de otro dios o del dinero; cuando este señor sin ser barbudo me mira, ser ríe y se lo permito; cuando siento este frío intenso…
… busco el calor humano del amor, del cariño o el aprecio.
Lo envolvemos de velada nocturna y alevosa. Cada cual de lo suyo gasta. Que lo gaste, con respeto.
Así que no me pregunto ¿quién llueve? Sino quién tengo más cerca, a quién puedo dar más y quién me quiere menos. Para ser feliz. Y las respuestas las llevo dentro, sin cohibiciones y con respeto.
Es posible que el frío intenso sea mudo y nunca dijera nada.
O no tuviera nada que decir.