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Filosofando

trigésimo octavo desahogo del tramposo

trigésimo octavo desahogo del tramposo

Hay días en que uno tiene tiempo para sí. Otros, los más, ni para los demás: sólo para vivir viviendo. Sin darnos cuenta; que ya es bastante.

Hoy es un día de esos pocos.

Me sobra el tiempo.

Todo aquél que no puedo ofrecer como presente porque no existe el mercado de horas de segunda mano, y nada valen los segundos malgastados.

Pena de no poder reciclar tanto desperdicio. Pena de no poder poner precio al tiempo vivido, aún en especias humanas; porque regalaría mis horas por medio amor o por compasión, por una sonrisa o un llanto, por un grito o un abrazo. O por algo de ti insignificante que haya que reconstruir de nuevo.

Porque hoy me sobra el tiempo por el que no puedo brindar, como los 38,6 grados de fiebre que incluyo en el paquete

(!a ver si voy a regalar duros a cuatro pesetas!).

trigésimo sexto desahogo porque hay que vivirlo todo

trigésimo sexto desahogo porque hay que vivirlo todo

Despierto asustado y algo no cuadra: no es frío mi sudor sino ardiente. Creí soñar un sueño imperfecto en medio de la perfección y supe que era distinto:  vislumbre tu mirada como una pesadilla garantizada, abrazado a mi almohada.  Y mi voz se secaba.

Mi sombra en la ducha mientras mis narices recorren cada poro de tu piel por saber si sudas o sufres.  Te retratas con tu aroma perfecto de alcoholes muertos, mientras ronroneas y rumias la hierba de anoche y puedo recorrer serenamente tu belleza. Mi sombra está lista y parte alejada del gozo hacia el mundo oscuro y perverso que habitamos sin vivir presentes, ni en el presente nuestro lejano. La parte de mi que se eriza sigue contigo y despierta.

Mi iris en tus pupilas ocultas como un mundo desnudo; olvido el placer e intento alcanzarte en el preciso instante que abres tus ojos de mujer secreta, la que eres y nadie contempla. La que ni yo mismo conozco como sabes de mí. Y me miras, sonríes. ¡No quiero conocer tus deseos, no me lo pongas tan difícil! Te imploro.

Tras aquella noche de sexo pactado con la perfección humana, la sonrisa y el morbo, con un profundo sentimiento de culpa por los orgasmos que nunca tuvimos, seguía a tu lado sin querer conocer el mundo real que habitaba mi sombra porque no quería tampoco privarme del dolor que me causas, ni llorar por lágrimas perdidas.

trigésimo quinto desahogo por una revelación

trigésimo quinto desahogo por una revelación

En hora punta:

Quiero ser cada uno de vosotros. Y sentir como yo siento todos vuestros padecimientos. Y gozar como yo gozo todas vuestras dichas. Quiero compartirlo, quiero serlo todo.

Pensaba en ello, mientras viajaba.

El negocio de dios: una opresión liberticida. Por eso quiero ser cada uno de vosotros, sería el mejor regalo, después de muerto. En vida, un orgasmo infinito. Aún con dolor, a veces.

Melodía en mis oídos, el agua y el frío gris embrutecen el paisaje.

Si somos humanos, habremos de serlo. Si presumimos del don de la humanidad ¿por qué nos importamos tan poco? Viva el akelarre, sugiero. Brindo por la vida y por ti.

El aire es tan cálido gracias al continuo ir y venir de las corrientes empapadas de ADN.

El opresor que descalzo siente la tierra bajo sus pies, por vez primera y Narciso, que encuentra nuevos rostros en las oscuras ventanillas, eran también humanos, ayer.

Al final de este viaje, ahora a pie entre las calles, os doy gracias. Al cruel por enseñarme la compasión, al compasivo por su amor.

Es lo que somos realmente: la ostia de humanos. Es lo que somos: el auténtico DIOS.

decimocuarto desahogo para vivir estando

decimocuarto desahogo para vivir estando

Baja húmeda la primavera, algo fresca; y si los poros de mi piel se cierran cada noche. Es por miedo.

 

Sin variar el rumbo, directa, la tormenta se encamina. Preveo nubarrones negros sobre mi cabeza recordando el intenso azul cielo, del cielo. Disparo el ingenio sin haberlo cargado. Me calo, hasta la médula de la agotadora rutina. Me hundo un instante, me ahogo de aire lleno a bocanadas, respirando. Entonces me escucho, allí lejos. Sé que soy, es el eco, del eco de mi ira, que tira con fiereza de las ligaduras que me atan. Es el genio que todos tenemos; nuestro genio, el ingenio mayor que no cabe en lámpara maravillosa, que me transporta sano al sudor de mis sábanas, mientras baja aún húmeda la primavera y los poros de mi piel vuelven a abrirse. Por valentía y rabia.

 

Entonces  algo (o alguien), ha pasado que me siento distinto, retozando entre el insomnio. Y más ligero, con pasos más firmes y rápidos; más seguros aunque a igual velocidad procese mi cerebro: soy más, nunca tanto. Creí sentir que mi piel rozaba mi piel al caminar a mi lado, justo cuando el sol asomaba aún sin calor por entre las rendijas de mi ventana que nunca se cierra.

 

Soñando aprendí, aunque soñara despierto, que jamás quiero vivir de la casualidad, que aunque la vida sea un sueño, Morfeo murió, sabedor de que la tormenta a todas las estaciones alcanza: consciente de vivir realidades mudas, entre risas o llantos, antes que disfrutar de una orgía sensorial que jamás existirá más allá del vago y lejano recuerdo; siendo escrupulosamente optimista.

 

Y es que tal vez Tomás, a quien llamarían los dormidos santo, tenía razón (y seguramente también insomnio).

 

duodécimo desahogo cambiar cuando me escuce

duodécimo desahogo cambiar cuando me escuce

Tal vez la noche. Porque el mundo no funcionó de día. Abres los ojos, caminas, ves. Enciendes el televisor, te recuestas, ves; cuando asoma la realidad no evitas sentir el punzón del remordimiento corrompiendo la conciencia. Cambias de canal, sólo es posible fingir entre ficciones, normalmente ridículas e hiperbólicas.

 

Tal vez en la noche. Porque cada noche despiertas a un mundo nuevo, real e imposible, donde no gobiernan normas de la conciencia. Sigues buscando un algo nuevo, ya da igual que se llame mundo y sea de esta Tierra.

 

Seguro que a oscuras. Porque hay que tentar nuevas sensaciones y pervertir los sentidos. Porque con tanta luz hicimos tanto daño, invirtamos el negativo donde lo blanco es negro en viceversa.

 

Porque la bondad no despierta y duerme. Con la Luna, la generosidad, la humildad y el amor, buscaré y tal vez me encuentre. Porque Aquí entre el odio visceral de millones de razones, en este mundo que me escuece, no encajo.

décimo desahogo por la injusticia

décimo desahogo por la injusticia

Irrita el hambre. Sobre todo la propia, mientras dinero llama a dinero. Y hay dinero, mucho dinero, privado dinero. Miles de personas mueren, de hambre, cada día. Pero hay más dinero con el que permitirlo.

 

Llega la crisis, otros comemos y comeremos menos, pero comeremos. Dinero seguirá llamando a dinero mientras los del dinero piden controlar los salarios, ajenos. Mientras su dinero llama a dinero.

 

Conducía y escuchaba, no he podido reprimirme. Llegué, trabajé y pensé antes de escribir ¿y si dinero no llama a dinero? ¡Qué esté prohibido!

 

Y con el dinero que no escuche al dinero intentemos conseguir mayor igualdad económico-social. No nos engañemos, en este mundo globalizado, la igualdad la da el dinero. Ese que tan a gusto crece llamándose a sí mismo.

octavo desahogo para ser feliz

octavo desahogo para ser feliz

El origen, descansando. En blanca madera, verde césped, paralelo al firmamento, meditando. Concluí demasiado pronto con un sencillo juego de palabras: ¿por qué “por qué”? Y así dejé de pensar en ello, creyendo solucionado El conflicto negándolo. Viví tranquilo. 

Mucho antes, después de ser bautizado, haberme confesado ni sé las veces y recibido la primera comunión, me cuestioné la necesidad de Dios, o dios, y así hasta la existencia de la fe. Concluí, pronto, que sin creer era todo más sencillo. ¿Para qué, si coarta al ser humano?  

Corolario:

El más común de los sentidos inspira nuestra ética, no un cura: Ni un dios. Un buen ejemplo adulto porque siempre enseñan los adultos. No sé es plenamente humano supeditando nuestra existencia en algo (que suele ser alguien) que ni vemos, ni olemos, ni gustamos, ni palpamos ni escuchamos. 

¿Por qué? 

¿Para qué?

sexto desahogo al compararme

sexto desahogo al compararme

Ansío palabras ajenas con las que no tener que dibujar las mías. Añoro el complemento debido del contraste entre guapos y feos. Y no es porque exista el sol que exista la luna, que quizás; pero si soy alto, muy alto, es porque eres, o estás, muy bajo. Por comparación. Por comparación somos quienes somos y por ello me alegro de no estar solo, por más que siendo solos se pueda ser dios al que nadie replique. Un dios al fin y al cabo, aunque solo. Encuentro así algo de bueno en lo malo y algo de mal en la bondad igual que sé que no existe el ser mil por cien bondad, salvo que la cualidad sea ajena. Porque es fácil ser alguien con el ser de otro, sólo observando, catalogando y dibujando un perfil nuevo y bondadoso. Con lo mejor de los mejores, y ni aún así. Existes tú y me das sentido, como a estas líneas con destino. Así sin ti, en la vida, no soy nadie, por no tener con quién compararme. Gracias entonces por existir.

Cuarto desahogo sobre verdades de verdad, no siempre.

Cuarto desahogo sobre verdades de verdad, no siempre.

El valor de la verdad es la verdad en sí misma; la realidad como la irrealidad devuelta por un espejo, sin el añadido valor de lo cierto, no es sino un hecho más cualquiera, inconsciente o intrascendente. La cuantificación de esa verdad fluctúa de forma directamente proporcional al valor que otorgamos a quien la manifiesta. Un mentecato mentiroso no dice verdades, nunca. No significa ello que mienta, siempre. 

Existe la verdad, la sincera y la engañada. También la escondida que aunque no se vea, cuando se encuentra, es verdad normalmente siempre. Pero estamos de acuerdo en que la verdad existe. Tu verdad y mi verdad, sin tener que ser la misma, existen, ambas siendo sólo una verdad posible. Es por tanto tu mentira entonces, parte de mi verdad. Y de mi mentira. 

O viceversa. No son sólo palabras, de verdad. 

Existe, la verdad, quedamos en que existe. Sí. La verdad que sólo puede quedar una; y que no mienta. Con la verdad que siempre ha existido me pregunto, sabedor de que la mentira es siempre más rápida, si se alcanza algún destino caminando con el lastre de la verdad más verdadera Y la verdad, como la felicidad, voto a bríos, sí que existen. Como el hombre. Dios en cambio es, lo más, verdad imaginada aún no hallada.

Segundo desahogo buscando un porqué

Segundo desahogo buscando un porqué

Sigamos. Sigo. Me escucho. Atentamente me busco.

Pienso en el amor, en qué necesitad teníamos de que existiera más allá del fraternal, el paternal y el posesivo maternal; el de ellas y su sentimiento de posesión del nacido que confunden hasta cuando son abuelas. En la complicación de la convivencia incluso en la distancia. Todos amamos, somos capaces de dar lo comúnmente entendido por amor siempre que escondamos nuestro profundo e innato egoísmo. Cabría discutir si éste, insisto por supervivencia, lo necesitamos; si basta con procrear, si no se necesita para procrear. Si se puede amar sin deseo sexual. Si una cosa es querer y otra amar.

Existe, hablamos de él, luego existe. Y no piensa como el Cogito ergo sum. Descartado entonces Descartes para explicarlo. Tampoco está en el aire, dicen que en lo más profundo de los corazones profundos, jamás al ras, en superficie donde se estropea, se manosea, se desgasta hasta desaparecer para siempre.

El mío, salvo el paterno y el fraternal, entonces en lo profundo de un corazón ya desgastado y estrecho, casi a ras. Lo tuve, en noches como está, entre mis brazos, por qué. Hoy que no dudo de haberlo tenido dudo de tenerlo conmigo. Porque hoy me castiga y me coarta pensaba, hasta que descubrí que lo perdí hace mucho tiempo y que sin ganas jamás volveré a conocerlo, que vivo creyendo vivir en él, o con él y que nunca he de saber que éste me ha abandonado; porque así me obligo creyendo ser feliz por decreto.

Divago el amor. No por amor que ya no siento, igual.

Pero sé que existe porque lo vi porque me lo mostraron entre rimas primero, con imágenes después, porque lo creí vida y con él viví; hasta agotarme como ahora, a mis treinta y ocho, descansando del sufrir no queriendo sufrir de nuevo.

O sí, aunque lo que hoy queda de él lo tenga, todo, vendido y malgastado.