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desahogandome

Confesándome

trigésimo séptimo desahogo desde su infierno

trigésimo séptimo desahogo desde su infierno

Busqué la luna en las palmas de sus manos y las descubrí cubiertas de ese sudor frío que brota de las entrañas. Y quise que fuera mío todo su dolor. Ya hacía tiempo que esculpimos en mi cerebro una percepción fatal y estereotipada. Supe de mi error y tuve mis razones: las del que calla cuando no las tiene, no las del que otorga por no fallar, porque no quise dejar de ser quien soy, ni ser a su imagen y semejanza. Aprendí de sus miradas no sólo de tristeza, más de dolor. Profundas. Sangrantes como las heridas que nunca cicatrizan cuando el cicatrizante subsiste al otro lado del mar, o del océano; y éste sí infinitamente infinito, y peligroso. Lleno de vida, como el camino aún por andar.

Quisiera ser emigrante y aprender con sangre de lo que el hombre es capaz. El hombre que no es hombre, ni humano. El ciego impecable. El del aplauso comprado. Sería su esclavo por verle sufrir y perder su último gramo de dignidad y valiente cobardía. Quisiera recibir las miradas que reciben para percibir el odio, o el miedo y que mis propios temores no me dejaran volar de la desolación a la algarabía. Quisiera querer vivir sin recuerdos para no sufrir, sin sufrir por quererlo, como volverse a morir.

Pero percibo el calor del hogar, de la sangre caliente y afín.  No hay solución. Puedo ser sobre ellos quien quiera ser, mas no puedo colocarme bajo sus pies, ni besar cada una de sus huellas al caminar.

Porque la esperanza más cercana es morir y despertar: ojalá estas vuestras odiseas sirvieran para recuperar los sueños que os fueron robados por aquellos que os negamos el cobijo y el amor.

Y el poder que nunca os devolvimos y malgastamos.

trigésimo cuarto desahogo del agua que nunca beberé

trigésimo cuarto desahogo del agua que nunca beberé

Dice el dicho que no es aconsejable escupir al cielo porque te puede bañar tu propia saliva (o más). Es mentira: mirad como escupen en perfecta perpendicularidad políticos y alto clero para obtener beneficios. Y siguen. Y siguen. Luego funciona.

No pecaré y dejaré de ser abstencionista por un tiempo: el que dure está sintonía.

No miraré a los ojos de la gente y disfrazaré con gafas oscuras mis más denigrantes intenciones; confieso que a tan baja altura siento vergüenza, pero seguiré: oiré, pero jamás escucharé; confieso que no se si sabré vivir con tanto silencio. Así que haré más: desterraré cualquier idea ajena de mi mente; confieso: qué horror vivir siempre en la razón más absoluta. No me quedará otra: si tienes que morir, mueres; confieso que no sabría encontrar un argumento que lleve a un hombre a la muerte.

Confieso: no puedo más. ¡Prefiero pecar y abstenerme!

trigésimo tercer desahogo si no muere la esperanza

trigésimo tercer desahogo si no muere la esperanza

Había dos pistolas encima de la mesa. Exactamente: un revólver plateado con cachas de madera S&W y una semiautomática Walter plastificada. Negociaban cierta paz.  Cada gota de sudor que caía por sus frentes: un alma de las que fuera ansiaban la vida. Hacía calor, demasiado. Mayor que el del fuego de sus Cohibas. Nadie quería ceder. A sus espaldas quienes más habían matado, y muerto.  De fondo el vil dinero. Era tanto que debiera facilitar el acuerdo; era tanto que habría para ambos bandos. El tercero, quedó dicho, esperaba fuera: sólo pedían seguir viviendo.

¿Habría acuerdo?

¿Era negocio la paz?

 

Culminado el orgasmo, cuando el sudor comenzaba a enfriarse y el vello a erizarse, agotados todos los espasmos, abrió los ojos y se descubrió despierta. Apagó la sábana vibrante de seda que acariciaba su piel, se bajó la camiseta y aplaudió. Y rió. La terapia, sin duda, funcionaba: cada día su rostro era más bello, más radiante su mirada profunda y sugerente su sonrisa, como comprobó a verse reflejada en el espejo que doblaba el tamaño de su cama viscolástica.

¿Dormiría sola esa próxima noche?

¿Realmente quería compañía?

 

Tras colocar los últimos ladrillos del día y hacer algunos remaches, descolgó la plomada y secó el ardiente sudor de su frente. Ahí arriba el cielo parecía estar más lejano, aún. Camino de regreso fijó la mirada en los dedos de sus manos, mientras éstas descansaban sobre el volante de su furgoneta, y recordó que sus uñas eran grises por dentro y negras por fuera, como su piel. Sobre el asiento del copiloto el libro que siempre le acompañaba: La Odisea.

¿Merecía la pena regresar a casa?

Algún día lo haría.

trigésimo desahogo en frío

trigésimo desahogo en frío

Tengo miedo, mucho. No al destino enemigo. No al prójimo malvado. No al amor en minúsculas. No a la vida.

Y no pierdo la esperanza de perderme en el miedo.

¿Por qué te temo tanto?

 

Cuando al despertar desnudo pienso en ti primero,

Por algo será.

Tal vez si jamás lograra alcanzarte. Tal vez si no estuvieran tan cerca tu mirada y tu voz. Quizá si no abrigaras tanto…

 

La rutina que atrapa este amor verdadero me quema vivo por dentro. Si antes de soñar con otras mujeres y contigo, estás sola en mis sueños: es un mudo te quiero.

 

Si por más que guíe el auto al norte frío encuentro tu calor; si tu aroma sin unos ni ceros siempre recuerdo: te adoro en silencio.

 

Si tu magia me busca despierto cuando más dormir quiero; si tu sonrisa profunda nunca desaparece: bebiendo te espero.

 

Sírvame el último, por favor señorita, que prisa no tengo.

vigésimo octavo desahogo ni cielo ni infierno

vigésimo octavo desahogo ni cielo ni infierno

Amé La Rutina De Vivir Distinto, Cada Día. Preso En Lo Que Fui, Quieto.

Ahora Que En Este Ajetreo De Vida Errante Y Monótona, El Tiempo No Pasa; Ahora Que Miro Hacia Dentro Por Ver Si Quedó Hueco Donde Cobijarse; Paloma, Sigue Poniendo Tus Huevos.

Siendo Distinto Y Hermosamente Humano, Cabalgo A Lomos De Un Destino Traidor, Buscando Surcar El Cielo Hasta Yave. Y Abrirlo Y Destriparlo. Mas Siento Que Aquello Es Hueco Y Vacío.   

Cobijado Entre Rémoras Asidas A Una Manta Gigante, Bucee Hasta El Abismo. En La Sima Más Profunda Del Océano Más Hondo Y Oscuro E Infinito, El Tiempo Seguía Quieto. 

Mas Halle También Que Era Vacío; Paloma, Sigue Poniendo Tus Huevos. Decidí, Llanamente, Vivir Distinto, Vivir Viendo, Pisando El Suelo.

decimosexto desahogo utópico

decimosexto desahogo utópico

Le dijeron: “tómate tu tiempo hasta que nazcas y observa. Verás a través de esta ventana a todas las mujeres que habitarán la tierra cuando la habites tú”. Y así pudo contemplarlas durante una eternidad. Le habían dicho: “tranquilo, al nacer, recordarás a cada una de las elegidas y así sabrás distinguirlas de entre el resto, cuando seas humano”. Así que no se preocupó en decidir entonces y observó atento, entregándose a ellas.

Al otro lado de la ventana millones de almas de mujer contemplaban. Veían ojos. También podían saber qué buscaban porque a través de cada mirada veían colores, uno distinto en cada par.

Luis nació sin reconocer  a quien era su madre.

Cuando cumplió catorce años humanos recordó otra sabia enseñanza, le habían dicho: “al elegir la primera irás olvidándote del resto”.

Decidió pronto, fascinado por el envoltorio del que habían sido dotado las mujeres, huir de aquéllas que recordaba pues no quería probar sólo una.

Y así probó muchas, aquellas que gustaban de su color y que creyeron en algún momento poder hacerlo eternamente suyo, y que aún entusiasmadas con él contemplaron como perdía su brillo, poco a poco.

Hasta morir, solo.

Y he aquí que al final de este sueño, al volver a su origen, otros muchos de aquellos que habían elegido sabiamente le envidiaron; porque él ahora las recordaba a todas: las que hubo elegido y no tuvo y las que le eligieron a él.

No en vano sabían que durante su tiempo planetario había sido imposible conocer seres más bellos. Asesinaron entonces a los sabios y muchos cambiaron el color de sus pupilas.

decimoquinto desahogo de una real pesadilla

decimoquinto desahogo de una real pesadilla

Vivió una pesadilla, decía así:

Impecablemente enfundada en su uniforme cubierto de galones abrió la metálica puerta que alcanzaba la azotea. Se encaminó hacia la cornisa pero allí no había nadie. Sobre el terrazo gris, agitada por un susurro de aire, una nota luchaba por deshacerse del los clips que la apresaban a un cable eléctrico, justo en el lugar donde debía encontrarse el hombre. Antes de asomarse leyó: "me tiro por ella, para que vuelva a ser mía en otra vida". Durante un instante creyó ver un espejo. Pero no recordó. Sujeta a la repisa, venciendo el vértigo, miró hacia abajo: compañeros policías acordonaban la acera alrededor del hombre: carne, vísceras y sangre.      
 
Comenzó a dar órdenes, dejó unos agentes allí arriba y empezó a descender la estrecha escalera que reconocía, creyó, de alguna otra ocasión en la que el delito le habría guiado a aquel barrio de miméticas y obreras viviendas.

En el décimo piso, sobre el posamanos de la escalera, una anciana perdía la mirada en el agujero oscuro, allí abajo. Dos sanitarios a su lado, la acariciaban, esperando el efecto de los sedantes. Aquel rostro le resultó familiar. Tenía una gran memoria fotográfica.

Sin indicio delictivo en la escena, marchó dejando a cargo algunos subordinados. Desde el coche patrulla hizo unas llamadas. Minutos después se follaba a uno de sus amantes; uno de entre los elegidos tras un escrupuloso proceso de selección (del que había tomado parte sin saberlo).

Después llamó a su marido y juntos planificaron que mañana viajarían a eurodisney acompañando a sus dos hijos.

decimotercer desahogo confieso olvido mi suerte

decimotercer desahogo confieso olvido mi suerte

Hoy toca confesar confesando que sigo en mis trece  diálogos con las plantas. Hecho que de por sí no significa más que he encontrado una natural manera de combatir el strees (sin una guitarra), así como posibles futuras crisis de ansiedad, conocedor de las respuestas que hemos sabido dar cuerpo y mente a episodios pasados y sufridos. Pero el corazón mío va por su cuenta sin asumir riesgos, sin asumir dolor, y para él no conozco medicina. Ni apuro un diagnóstico.

                  

Cuerpo, cerebro y corazón (alma). Sufren tanto y tan distintamente. Como un dolor el dolor se combate, simplemente encontré el analgésico perfecto, menos para el corazón, hasta hoy,  nada asegura que también mañana. Sin prescripción y sin abusos, siempre. Aunque no sane el dolor menos doloroso pero más desgarrador  porque no sepa qué he de arreglar: si un amor, un desamor o la triste ausencia de ambos.

                                                                    

Hoy confieso un olvido. Lo sé, existe porque una vez   alguien me lo presentó. Lo sé, dejó de ser un cuento el día que probé de él, tal vez recién nacido. Lo sé, lo tuve, lo tuve y, seguramente, lo gasté. Así que cuando creo, dudo; en el amor; cuando sé que no creo, dudo. Tanto como en las ocasiones que no sé si quiero ser amado o amante, ahora que no puedo abarcarlo todo y que sigo sin saber qué elegir...

... y sin que elijan por mí.

undécimo desahogo por casi un sin vivir

undécimo desahogo por casi un sin vivir

Pensé: “Hoy quiero ser mejor persona que ayer… … pero menos que mañana”. Y me di cuenta de que hoy no podía ser perfecto.  Recordé sus hormonas gritando, como otras tantas veces que no venía el lobo. Y todo me lo planteo. Si acaso el ser humano, instintivo y animal, fue diseñado para la pareja.

 

Porque en pareja no basta con ser hoy mejor que ayer, siempre se puede exigir llegar cuanto antes al mañana hasta fundir el deseo, el más humano. Aunque entiendas con ello que estás extinguiendo la llama.

 

Continúa una tormenta que contemplo sigiloso, intentando en estos momentos de silencios propios y de desesperación, no pretender hacer un todo de este drama que sufre ella más que yo, sin duda. Viviendo atado, no se sufre tanto; aunque sientas muchas veces ser un compañero incomprendido ¿e incomprensible?

noveno desahogo por un cabreo

noveno desahogo por un cabreo

No conozco la ira salvo que asemeje al cabreo. He tenido un mal rollo. Otro más no queriendo tenerlo, cuando nunca todos sabemos escuchar, ni callar. Una batalla de sexos pienso, las más veces; dos personas al fin y al cabo, las que quedan. Y siempre es distinto con ellos que con ellas, cabrearse digo.

Con ellas, o con ella, a las que tanto venero y adoro siendo como son lo mejor de lo mejor, cuando lo son, siempre alcanza el enfado el límite de la ira. Hasta ahí me llevan sus superiores ganas de pelea y entonces calló. Y con o sin razón respiro, me giro (nunca 360º como algunos) y desnudo abandono. Dejando que agua vuelva a su cauce. Siempre es así, siendo escaso el siempre. Queda que ella se dé cuenta y deje de romper el silencio, ese que algunas veces se echa tanto de menos. 

P.S.: Con ellos no sé encontrar mi ira y así puedo enzarzarme en discusiones horas si hace falta.

séptimo desahogo después de cada regreso

séptimo desahogo después de cada regreso

De regreso camino despacio. Me entretengo con las calles semivacías, contemplando. Viendo como pasan también otras almas a mi lado; pese a la amplitud de la noche temprana, el frío es sólo fresco. Voy pensando en ello: ¡qué temperatura más agradable”. Casi me descamiso. A todo esto, sigo caminando, de regreso. 

En el sofá sin cena, acariciando, perdón: usando sus pies como esas bolas que se aprietan y aprietan para liberar algún stress, quise decir, converso con las plantas sujetando la inquietud de mi mente que se encuentra, tal vez en otro lugar, no con personas distintas.  Antes de dormir normalmente nos follamos.

Más tarde me pregunto entre el rumor de las plantas y el olor a sexo ¿a dónde he regresado?

Quinto desahogo porque alguien me ama

Quinto desahogo porque alguien me ama

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, leí con martini y con limón (de esos que ya no pruebo), hace muchos, muchos años. Igual que recordé el poema plagiando algún verso no hace mucho. Entonces el cielo estaba despejado y oscuro, es decir, estrellado e inmenso. Hoy, a parte de parecer invierno siendo primavera después de que en invierno pareciera primavera, digo, hasta insisto, siguiendo el hilo, que todo en mí ha sido  un naufragio.

Hasta este segundo, al menos. 

Naufrago como cantante desesperado, no siempre siendo quien soy. Naufrago cada vez que no lloro debiéndolo. Naufrago cada vez que te miro, te veo, te observo y te contemplo en silencio. Naufrago frente a una línea en blanco. Naufrago por paciencia debiendo ser más impaciente, aún. Naufrago entrando al trapo del egoísmo y la avaricia que aderezan el cuerpo jodiendo el alma mía. Naufrago cada vez que miro el mundo en el que vivo sin sentirme culpable por nada. Naufrago cuando escribo palabras de amor sin destino. Naufrago agasajando palabras ajenas a usos indebidos. Naufrago de impotencia, lastrado. Naufrago eligiendo. Naufrago con cada minuto desaprovechado de los pocos que dura una vida. 

Soy un náufrago, como se ve, de los abrazos, las caricias y la ternura que regalo y que recibo sin quererlo. Soy un náufrago por no amar como debiera, con lo amado que estoy siendo. 

...corriendo el grave riesgo del poeta de acabar abandonado.

Tercer desahogo no ser quien debo ser.

Tercer desahogo no ser quien debo ser.

Lunes antídoto contra la resaca, frío en la cara, calor en el pelo cobijado bajo la lana debida, camino tieso al sacrificio del que vivo. Me recibe el jefe, ufano: palabras de atención desconocida. Al fragor del santo de día entramos en calor, del frío indebido. Amigo en territorio enemigo, me siento. Pero laboro y cobro.

 

Porque el cisco que montamos para ganarnos algo de pan, los pobres y afortunados, ata las conciencias. Somos quien no somos cuando no estamos, laborando. Al menos servidor, que sirve para algo y para alguien. Porque se puede aborrecer el sistema y aborreciéndolo reafirmarlo, porque se puede no querer vivir en este mundo viviendo en él sin remedio, porque se puede tener nómina pagar impuestos y no votar, porque no se debe trabajar con el espíritu, virtud de la igualdad, a cuestas: hay que dejarse los principios en casa, este lunes frío de la primavera temprana. Y trabajar y ser “another brick in the wall”: quien no creíste llegar a ser. Y fuiste. Y soy.

 

¡Cambiaría tantas cosas de este mundo que no cambio, porque es imposible! Bendita palabra para cobijarse: imposible. Que no se me exija entonces más que a superlópez por más que mi niña me crea, ella sin dudas, superman. Y ella mi supergirl pero no lo sabe, ni conoce si quiera el mundo que permanentemente inventamos, inventan otros quise decir: porque sabrá de aquello que no cambio su padre y por qué preguntará por mí entonces; sometido al castigo fraternal del siglo XXI por el cual yo hombre vivo sin ella, como el poeta, sin vivir en mí.

 

¿Quién quiere así, trabajar un lunes?

Primer desahogo como una presentación

Primer desahogo como una presentación

Empecemos confesando, anónimamente, que ayer ya tarde, cansado, jueves, acumulados tres días de trabajo (gracias a dios el lunes fue festivo) y regresado de un viaje de 376 kilómetros exactamente, acompañado de Lola que durante estos días está a nuestros cuidados y que si pudiera elegir tal vez quisiera quedarse con nosotros más tiempo en vez de volver con sus amos, llamé al Jóose y fui a verle portando una botellita de reserva del 2001, La Rioja, España.

 

Él, como siempre tan afable y distraído, me obsequió con un uno y medio por uno, a base de cogollos verdes debidamente crecidos y recolectados. Antes me acerqué a rellenar la pecera nueva que necesitaba de más fondo y más pequeños peces esclavos de la contemplación y pasee con mi pequeña, gris y tristona compañera bajo el viento fresco y un débil txirimiri.

 

Llegué a casa, al fin, conecté el ordenador, gesté esta parida de blog (que no este texto) conversando con las plantas. Después me senté al televisor viendo el sofá porque siempre hablamos mal; comenzó a hacer efecto el analgésico natural, cayó algún canal didáctico que distrae, no obliga a pensar y no afecta a mi memoria reciente, acumulando natural información para el futuro, para el mío. Así hasta que llegó la hora de volver a tener una conversación privada entre ellas y yo. Y ya eran dos, en dos horas; cierto es que dialogo con poco entusiasmo evitando el abuso.

 

Esta historia es hoy, de un hoy consumidor, de nuevo.

 

Por no recordar, no. Por conformarse. Por vivir aislado, contento con uno mismo pese a la duda de algunas decisiones tomadas, de esas que a los treinta y ocho cuesta tanto desandar. Para evitar ser quien no puedo ser sin hacer daño. Para eso es este blog: para desahogarme.